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Una forma de diagnosticar la neuropatía es mediante el análisis de los síntomas. Su médico le pedirá que describa cuáles son sus síntomas. Además, le preguntará si siente que sus músculos están débiles (no cansados); con qué frecuencia tiene calambres musculares; si siente continuamente adormecimiento, dolor o picor; si ha tenido mareos o vómitos; y si el control de su vejiga y su capacidad sexual son normales.

Otra manera de diagnosticar la neuropatía es con una evaluación neurológica. El médico realiza varios exámenes simples e indoloros, en los que posiblemente mida la fuerza muscular, el funcionamiento del sistema nervioso autónomo y la sensibilidad (como, por ejemplo, si siente un pinchazo o una vibración).
Un tercer enfoque es realizar un electromiograma. En dicho estudio, se adhiere un disco a la piel que cubre el músculo. El médico aplica una pequeña descarga eléctrica sobre los nervios. Una máquina lee y registra el voltaje de los discos. En caso de estar en presencia de una neuropatía, la velocidad con que el impulso recorre el músculo disminuye y, de esa manera, muestra que algo anda mal. A la mayoría de las personas estas descargas eléctricas no les producen molestias.
En personas con neuropatía severa, el médico también puede realizar un segundo tipo electromiograma. En ese estudio, una aguja insertada en los músculos mide las descargas eléctricas. Este estudio más exhaustivo permite saber si una fibra nerviosa se está rompiendo o se está curando. Este estudio es incómodo para la mayoría de las personas, pero vale la pena realizarlo ya que permite obtener un diagnóstico acertado.
Una cuarta forma de diagnosticar la neuropatía es realizar estudios estandarizados para medir la fuerza muscular y la pérdida de capacidad de los nervios sensoriales y autónomos.
Para diagnosticar la articulación de Charcot, es posible que el médico tome una radiografía de la articulación y quizás realice una ecografía de los huesos.