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Las hipoglucemias siempre son desagradables y a veces potencialmente peligrosas.
Una hipoglucemia pone de manifiesto una falta de adecuación entre las necesidades de insulina y su efecto en un momento concreto. La falta de alimento, la ingesta de alcohol excesiva, el ejercicio no previsto, los errores o la mala técnica en la administración del tratamiento, las variaciones en el efecto de la insulina o de la medicación hipoglucemiante empleada, son algunas de las posibles causas de la temida bajada de glucosa. Lo primero que debe dejarse claro es que aunque las hipoglucemias causan un gran sufrimiento a las personas con diabetes que las sufren, son los valores crónicamente elevados de glucosa en sangre —y probablemente los picos de hiperglucemia— los que originan las peores consecuencias de la enfermedad.
Aún recuerdo a una de mis pacientes jóvenes, muy querida para mí, que dejó de salir de noche con sus amigos tras sufrir una hipoglucemia severa en una discoteca. El no ser capaz de predecir cuándo volvería a ocurrirle, le producía una angustia difícil de superar que deterioró su calidad de vida a pesar de mis esfuerzos por ayudarle a controlar su diabetes.
Tengo hijos, así que puedo imaginar también la preocupación que sufren los padres de los niños con diabetes que han sufrido alguna hipoglucemia. Además como médico, sé que las hipoglucemias pueden ser muy dañinas y producir consecuencias graves —incluso irreversibles— tales como problemas cardiovasculares o pérdidas severas de conciencia. ¿Por qué entonces no hemos acabado con ellas?
En nuestra lucha contra la diabetes, en su día nos felicitamos al poder contar con insulina “humana” —los más mayores recordarán que existió la insulina porcina—. Pero a pesar de los esfuerzos por encontrar una insulina idéntica a la humana, el problema es que la seguimos administrando por una vía “inhumana” al darla subcutánea, desde las capas inferiores de la piel, en lugar de liberarla desde el páncreas como en condiciones normales. Pese a este inconveniente venimos trabajando en diferentes direcciones.
En los últimos años se están produciendo avances espectaculares en el tratamiento de la enfermedad; se han desarrollado fármacos orales y subcutáneos que sin ser insulina, son una promesa para los diabéticos tipo 2, es decir aquellos que no dependen por completo de la insulina exógena, a quienes podemos controlar mucho mejor su diabetes ya que no se causa prácticamente hipoglucemias y lo que es mejor aún no ganan peso, lo cual es clave en el pronóstico de su enfermedad. Disponemos ya y dispondremos pronto de aún más fármacos y grupos terapéuticos que seguramente revolucionarán el tratamiento de la enfermedad.
Pero también se han desarrollado desde hace más de una década, nuevas insulinas en las que se ha conseguido modificar su absorción y efecto —tanto para hacerlo más corto e intenso, como para enlentecerlo y aplanarlo—. Estas nuevas insulinas nos permiten reproducir con mayor facilidad y seguridad la producción de insulina de un páncreas sano, reduciendo el riesgo de hipo e hiperglucemias. De igual forma, se han perfeccionado las bombas de liberación subcutánea de insulina y sensores de glucosa que probablemente permitan en el futuro sistemas “expertos” capaces de controlar la glucosa en sangre.
A corto plazo, además de los análogos rápidos y lentos de insulina de los que ya disponemos y que han supuesto indiscutiblemente una enorme ayuda para mejorar la calidad de vida de las personas con diabetes y para reducir su riesgo de hipoglucemia, dispondremos de un nuevo análogo basal que ha demostrado una estabilidad en su efecto hasta ahora desconocida y que hará palidecer a los análogos basales actuales a los que supera en duración de acción y seguridad evitando hipoglucemias y facilitando el control de forma más cómoda por permitir mayor flexibilidad en la administración.
En resumen, conocemos el impacto de la hipoglucemia en la persona que sufre diabetes y, precisamente porque sabemos más allá de cualquier duda que es esencial controlar las subidas de glucosa para evitar las temibles consecuencias de la enfermedad, no hemos dejado ni un momento de pensar en la forma de limitarlas. Los nuevos tratamientos disponibles son ya una respuesta y los que vendrán dentro de poco suponen una promesa en esa lucha.
Fuente: www.fundaciondiabetes.org